Este martes, Pepe Trebuck ha dejado de recorrer las calles de la ciudad con sus interminables historias y sus incontables sonrisas.

A pesar de sus problemas de salud y su condición física que no acompañaba mucho en este último tiempo, se podía ver a Pepe paseando por la ciudad y recorriendo los diferentes lugares donde supo cosechar amigos que siempre lo esperaban con un abrazo.

Este loco lindo, como lo llamaban los saltenses, ha dicho adiós y con él ha dicho adiós el último personaje que le hasta el momento le daba ese toque de color a Salto.

Primero Fue el Chato Flores, y ahora Pepe Trebuck. Ellos quizás sean los máximos exponentes de la locura criolla, aquella que no molesta sino que por el contrario genera ternura, aquella que arranca una sonrisa en vez de incitar a la violencia.

Estos dos personajes han sido desde hace tiempo hitos de la ciudad y paradójicamente al irse cada uno dejaron un vacío en las calles que recién se notó cuando no se los vio más por ellas.

Hoy muchos de los amigos de Pepe lo lloran y extrañan, quizás no por haber hecho obras faraónicas en la ciudad, pero sí por su simpatía y don de gente, que muchas veces no necesariamente los más cuerdos la llevan consigo.

Salto despide a un grande, a un amigo de todos, a Pepe, como lo llamaban todos, incluso los que no lo conocían.