Solicitada

El CAS sigue informándose y trasmitiendo pensamientos

En las asambleas de los lunes que a pesar del periodo veraniego se siguen realizando con un importante marco de personas que investigan y tratan de dar una reflexión, uno de esos días se habló del tránsito y la problemática cultural a nivel nacional y local.

Trataremos de enmarcar el problema público del tránsito en el ciclo de las políticas públicas con el objetivo de mostrar las razones por las cuales consideramos, desde un punto de vista global e integrador, la ineficiencia de las mismas”.

No nos enfocaremos en una política o programa específico sobre el tema, sino que trataremos de analizar a la educación vial como problema social público pendiente de solución, inmersa en un contexto complejo por el gran número de actores que entran en juego.

Nuestro análisis parte del contexto social, visualizando una crisis cultural importante. ¿Por qué la Constitución Nacional no representa una garantía para los argentinos? Si la legitimación de Estado, se basa en la capacidad de dar respuesta a las demandas de los distintos sectores sociales, nos preguntamos: ¿Por qué no satisfacer las demandas de la sociedad?, ¿Tiene el Estado la capacidad para hacerlo?, ¿Qué factores aumentan o disminuyen su capacidad de acción?

La problemática del tránsito abre una serie de interrogantes tales como: ¿Es necesaria la educación vial?, ¿Nuestra sociedad presenta un proyecto serio de educación y seguridad vial?

Presentaremos los actores que directa o indirectamente intervienen en el proceso de formación de políticas.

A través del análisis y comparación de los distintos organismos, gubernamentales y no gubernamentales trataremos de responder algunas de las preguntas planteadas con anterioridad, así como también, ¿Cuál es la actitud que toma el Estado frente a esta necesidad? Ante esta realidad nos plantearemos cuál es la actitud que debería adoptar, para dar respuesta a este problema social que se alimenta con vidas humanas.

La falta de identificación social, de valores y convicciones que experimenta nuestra cultura, reflejada sin ir más lejos en las pasadas elecciones, nos lleva a preguntarnos: ¿Dónde ve reflejada su identidad nuestra sociedad?

El descreimiento en las instituciones públicas y en la clase política de nuestro país, profundiza este tema y exteriorizan un sentimiento común en la mayoría de los argentinos: desamparo.

La Constitución le da al hombre la posibilidad de hacer valer sus derechos, como así también la posibilidad de exigir al Estado, soluciones a problemas que no puede resolver por acción propia. Pero, entonces, ¿Por qué los derechos y garantías constitucionales no se sienten como un aval para los argentinos?

La legitimidad de la acción del Estado, en estos días, se basa en la capacidad de dar respuesta a las demandas de los distintos sectores sociales, y no en su teórica legitimidad ideológica o constitucional. El interrogante que se nos plantea, presenta una respuesta tan simple que asusta: ¿Por qué no satisfacer las demandas que de manera creciente surgen desde todos los sectores y esferas de la sociedad?

"...las estructuras públicas solo consiguen funcionar si asumen un carácter extrovertido, o sea si se mantienen estructuralmente abiertas a los intereses sociales, superando la mentalidad introvertida que piensa en un Estado que funciona a través de reglas formales de coherencia interna". (Baldassare, 1982)

El alto costo social, exteriorizado a través de problemas macro como pobreza, educación, desempleo, justicia, inseguridad, pareciera no tener fundamentación o justificación alguna para un país casi desesperanzado, y que pone a prueba la fuerza de la Constitución como garantía.

Hay una única vía de establecer un equilibrio general entre legitimidad, eficacia y eficiencia: que la legitimidad constitucional venga reforzada por la capacidad del sistema de satisfacer las demandas y necesidades sociales.

Con el paso de los años, los centros más habitados de la Argentina han entrado en caos. La sobrepoblación y el tránsito, como firmes exponentes de la sociedad actual, fueron cambiando la fisonomía de las ciudades, hasta convertirlas en verdaderas metrópolis.

Como los países del primer mundo, el nuestro ha sabido incorporar las "bondades" de la industria automotriz, con el fin d

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