CAPITAL FEDERAL, Junio 17.-(Por Mario Wainfeld) Un plan de viviendas ambicioso, con precedentes lejanos. Lo más accesible de Pro.Cre.Ar. y lo más trabajoso. Dos funcionarios en ascenso, lecturas varias. Peronómetros mal calibrados. Scioli, sus movidas mediáticas y algunas señales. Los intendentes conurbanos, con lógica propia. Y algo sobre discursos, música y armonía.
En la semana que pasó se cumplió otro aniversario del último discurso pronunciado por el tres veces presidente Juan Domingo Perón, desde el balcón de la Casa Rosada. Fue aquel en el que, acaso intuyendo su pronto final, enunció que se llevaba en “mis oídos la más maravillosa música que es, para mí, la palabra del pueblo argentino”. La armonía político-musical había nacido treinta años antes, con hitos sensibles. Uno de ellos fue un gran plan de viviendas, con créditos del Banco Hipotecario, comenzado en el primer mandato. Las cifras varían, según la fuente y tal vez según su cercanía con el justicialismo. En cualquier caso, oscilan entre 300.000 y 400.000, un número formidable para una población que, redondeando de nuevo, andaba por la mitad de la actual.
La mayoría de los hogares, que se expandieron en todo el territorio nacional, se bautizaron “casitas cajón”, por su forma. Tenían un jardín chico adelante, a menudo ornado con enanitos de terracota. Algunas sobreviven con decoro, merced al tesón de los dueños. Otras ya fueron, otras padecieron el transcurso del tiempo y las crisis. Luego se edificaron barrios “a la alto” con edificios de variada calidad, monoblocks, de la mano de los Planes Fonavi. En el ’73, el tercer peronismo bosquejó un proyecto parental con el de los ’50, menos ambicioso en la cantidad, que no llegó a plasmarse.
Como fuera, hay que remontarse a aquel pasado remoto, al inicio de los “treinta gloriosos” años ulteriores a la llamada Segunda Guerra Mundial, para ubicar un Plan estatal de dimensiones o pretensiones similares al Pro.Cre.Ar anunciado el martes pasado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Como ocurrió con el primer peronismo, el Programa tiene un aditamento interesante para una parte del universo de potenciales beneficiarios. Se trata del impulso a las pymes y al comercio local. En ellos recaerá el beneficio de lo que construyan quienes son ya propietarios de terrenos. Esos créditos serán los que se concretarán más pronto, como lo indican el sentido común, las previsiones de funcionarios y los primeros datos de pedidos de audiencia presentados ante la Anses. Pequeñas empresas, albañiles de barrio y hasta autoconstrucción en ciernes, entonces.
Mucho más trabajosa será la tarea de adecuación de terrenos fiscales. Hay dos desafíos arduos para superar: la infraestructura urbana y la regularidad de los títulos. Poner la propiedad pública al servicio de una necesidad-derecho ciudadano es un valor notable del Pro.Cre.Ar. Funcionarios concernidos se entusiasman: hay disponible un “PBI hundido”, un patrimonio inmobiliario estatal subaprovechado, balcanizado entre distintas reparticiones o entes residuales. He ahí otro mensaje interesante, un modo virtuoso de sacarle el jugo al patrimonio público. La enunciación se complejiza al pensar la prolijidad registral de esas propiedades, que deben estar impecables para ser vendidas en regla. No es fácil, mirarlos con lupa suele ser asomarse a un berenjenal jurídico.
La distribución geográfica dispar es otro aspecto. En la mayoría de los partidos del conurbano bonaerense las tierras fiscales disponibles escasean o, literalmente, no existen.
Aun con esos ripios a superar, las metas de la iniciativa conjugan con el abecé keynesiano para afrontar una etapa de crisis internacional, con impacto sensible en el crecimiento local. Las proyecciones acerca de puestos de trabajo a crearse o impacto en el PBI deben ser tomadas con pinzas: siempre hay voluntarismo y ojímetro en tales cálculos. Pero, si se consiguiera una parte importante de los objetivos, las consecuencias virtuosas serían innegables.
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Los que dudan y los que creen: Enardecidos comentaristas de las ediciones on line de los grandes medios y periodistas del mismo “palo” expresan su incredulidad. No va a andar, nada hizo el kirchnerismo en esta materia (distorsionan), es otro simulacro... En paralelo, ciudadanos de a pie se inscriben de forma masiva. Acaso no confían del todo, pero se conducen con racionalidad económica. Los que se empalagan con la conducta de “los mercados” deberían reparar en la lógica de los ciudadanos.
Acuden al Estado, apuestan a que la movida resulte. Es pura racionalidad instrumental: el “no” ya lo tienen. ¿Y si es una añagaza, una cortina de humo “K”? Parafraseando al General entonces tronará el escarmiento electoral. La democracia es un sistema que contiene un ingrediente carismático básico: el que manda debe revalidarse cotidianamente a través de sus obras. La autoridad legal es un aditamento ineludible, pero a la hora del voto se miden desempeños. El Gobierno ha generado una expectativa enorme, las ganancias o pérdidas por el resultado se harán sentir por el pueblo soberano.
La presentación de Pro.Cre.Ar. fue buena en un sentido básico: los posibles interesados entendieron que hay una oportunidad. Una ciudadanía celosa de sus derechos y combativa no es el mejor público para distraer con juegos de manos. Puestos a pensar la vigencia del peronismo, esa referencia ha de tener su gravitación.
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Puesta en escena: El viceministro de Economía, Axel Kicillof, y el titular de la Anses antecedieron a la Presidenta en el anuncio del Pro.Cre.Ar. La oratoria de Cristina Kirchner es un tópico que apasiona a aliados y adversarios. Hace ya un tiempo que su discurso, stricto sensu, se integra con un repertorio de recursos escenográficos que (cual si fueran conjurados) tirios y troyanos leen y tr