El país

Los porqué del por cuánto

 

CAPITAL FEDERAL, Agosto 21.-(Por Mario Wainfeld) Saludos desde Brasil, una vieja costumbre. El supuesto aislamiento, desmentido de nuevo. El apoyo popular, de nuevo. El veredicto, para mirar y ver. Las derrotas, posibles reacciones. Las del kirchnerismo desde 2008, más allá de las palabras. Y otros detalles.

 

Bendito el que hizo el porqué

pa’ disculpas de los males,

bendito el que hizo el porqué

pa’ disculpas de los males,

si te lo querés saber

preguntá y después contame.

José Larralde, “Canción del porqué”

 

En mayo de 2003, entre la primera y la (luego abortada) segunda vuelta electoral, Néstor Kirchner se reunió con el presidente brasileño Lula da Silva. No bien se supo que Carlos Menem desistía del ballottage, Lula llamó a Eduardo Duhalde para congratularse, sin ambages: “este triunfo también es mío”. Desde entonces, la relación entre el mandatario brasileño, Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner se ahondó y no precisó intermediarios. En la semana que hoy acaba, la presidenta Dilma Rousseff llamó a su par argentina Cristina Fernández de Kirchner para compartir el entusiasmo por el resultado de las primarias. Es un tópico opositor llenarse la boca ensalzando a los mandatarios del PT, sin reparar en que estos (que efectivamente son dirigentes notables) saben a quién quieren en la Casa Rosada. Miran a la Argentina como aliado estratégico, sabiendo (y, por ende, deseando) que nuestro país debe ser liderado por el peronismo, aunque no por cualquier peronismo. No el del Consenso de Washington y la depredadora política privatizadora e individualista de los ’90 sino el del siglo XXI.

 

Rousseff no fue la primera en comunicarse con Cristina Kirchner, su colega uruguayo José Mujica le había ganado de mano. El presidente colombiano Juan Manuel Santos expresó sus plácemes cara a cara, en su visita oficial. Hombre de derechas, Santos ha venido cinco veces a la Argentina, el país que más frecuentó. Alabó el legado regional de Kirchner, puso por las nubes a Unasur. El politólogo Juan Gabriel Tokatlian cifró la lógica de una relación ascendente en un artículo publicado en el diario colombiano El Tiempo: “En política exterior, ni todo pragmatismo es virtuoso, ni todo lo ideológico es problemático. Lo equívoco y costoso es el dogmatismo, entendido como una posición inflexible, ingenua e intolerante”.

 

La Argentina no está aislada en el mundo, ni expele un hedor de zorrino que la distancia del vecindario. Basta mirar las cifras de intercambio, las reuniones de presidentes, los logros de la incipiente Unasur. Quienes quieren hacerlo pueden comprender. Los que no pasan de largo. Así le pasó en las exequias de Kirchner, en las que los mandatarios nombrados y muchos otros dieron cuenta de su empatía, su dolor, su afinidad en grandes metas. En ese trance doloroso y germinal, una muchedumbre despidió al ex presidente con afecto y respeto e infundió “fuerza” a la Presidenta. El apoyo, tremendo, no era mensurable en términos de representación electoral (eso sobrevendría meses después, el domingo pasado), pero sí daba cuenta de un estado de ánimo colectivo, que incluía identidad, esperanza. Y cuyo nervio constitutivo distaba sideralmente de estar determinado por el odio o el rechazo o la furia.

 

Hace una semana, esa vibración cristalizó en las urnas. Hay, todavía, quien niega el fenómeno, lo minimiza o lo reduce a causas únicas y simplistas. El monocausalismo vende bien y exime de repensar, una tarea que produce jaqueca a quien no está bien adiestrado. La monocausa puede variar, sin apartarse de la huella del (no) pensamiento único: el duelo bien manejado, “Fuerza Bruta”, el voto plasma, la carencia de unidad de la oposición. Ideólogos de la talla intelectual de Hugo Biolcati o Marcos Aguinis o formadores de opinión que perdieron la brújula y la chaveta rechazan la complejidad y también se niegan al noble arte de mirar. Para contar hay que entender, para entender hay que ver, para ver hay que mirar. Encerrados en un microclima, alertando acerca de la venida del lobo, crédulos de sus propias fantasías, los pastorcitos están desconcertados.

 

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El peso del número: Los resultados de las primarias desalentaron dobles lecturas o ambigüedades. Pudo haberlas, con otros márgenes, pero la magnitud de la cosecha de Cristina Ferná

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