Solicitada

A 27 años de la asunción del quinto Gobierno nacional de la UCR

Raúl Alfonsín decidió asumir la presidencia de la Nación el 10 de diciembre de 1983. El acto fue concebido como una jubilosa fiesta popular y el flamante mandatario habló desde el Cabildo, una manera visible de marcar diferencias con la tradición de presidentes hablando desde los balcones de la Casa Rosada. Una multitud se hizo presente en la Plaza de Mayo para celebrar el retorno de la democracia. La gente entonaba cánticos a favor de la vida, de la paz y en contra de los militares.

Después de siete años de dictadura, la sociedad ganaba la calle para reivindicar el Estado de derecho. En esa pasión, en esa euforia, en esa alegría, había mucho de esperanza y de ingenuidad. Se suponía que se iniciaba el reinado de la concordia y la justicia.

La fecha, no por casualidad, coincidía con la de la declaración universal de los derechos humanos. La democracia se confundía con el imperio del derecho y la justicia. Todavía no se conocían cuales habrían de ser las decisiones prácticas de Alfonsín en la materia, pero se daba por hecho que los culpables de la represión serían juzgados. Los más escépticos o los más concientes acerca de los rigores del poder, tenían sus dudas no sólo sobre la viabilidad del juicio, sino sobre la viabilidad misma de la democracia que se inauguraba. En los corrillos de la izquierda -pero no sólo de la izquierda- se suponía, casi como una certeza, que más temprano que tarde los militares regresarían al poder. Medio siglo de intervenciones militares autorizaban esas prevenciones.

El resultado de las urnas había sido sorpresivo. Por inercia, por hábito, se creía que el peronismo sería ganador de la contienda.

La derrota de los militares incluía la derrota del peronismo y del sindicalismo forjado en esa tradición. El pacto sindical- militar denunciado por Alfonsín durante la campaña no necesitó ser probado en los tribunales; por prejuicio, intuición o certeza intelectual la gente sabía que efectivamente una de las claves del pasado que se intentaba dejar atrás era el acuerdo corporativo entre militares y sindicatos

Errores, aciertos, como todo es susceptible de reflexión y crítica, lo único que no puede negarse era la vocación que sostuvo y con ella el mensaje subyacente en cada una de sus palabras: logramos volver a la democracia, pero madurar nuestra democracia sólo es posible con la unidad del pueblo...

Depende de nosotros, no de un sólo hombre, sino de toda una sociedad que ese mensaje sea una realidad palpable al fin y por siempre... y ese, es tal vez su mejor legado.

 

Comité Salto UCR

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