El país

Campañas, mitos, hechos, denuncias

CAPITAL FEDERAL, Agosto 28.-( Por Mario Wainfeld) El Consejo del Salario, un desenlace peculiar. Un gesto de autoridad presidencial. Las asignaciones familiares, en carpeta. Denuncias sobre fraude, conmoción en Estocolmo. Las boletas únicas, debates serios o improvisados. Desafíos para el próximo gobierno, semejanzas y diferencias con el 2007.

 

El Consejo Nacional para el empleo, la productividad y el salario mínimo (“Consejo del Salario” o “Consejo” en esta nota) plasmó un acuerdo express, con varias novedades. Se acordó un aumento del salario mínimo vital y móvil menor al solicitado en conjunto por la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). La presidenta Cristina Fernández de Kirchner presionó para obtener la firma sobre tablas, afirmando que en caso de titubeos “laudaría” sin esperar el consenso, como fue regla en cónclaves anteriores. Hizo sentir su autoridad, asentada sobre carradas de votos frescos. Sin esa legitimidad cuantificada de modo rotundo en las primarias, el trámite hubiera tenido otras peripecias, más trabas. Las corporaciones patronales y las centrales obreras hicieron una reverencia a Cristina Fernández de Kirchner, firmaron de conformidad, resolvieron no interferir en su tránsito hacia las elecciones de octubre.

 

El acuerdo se parece más a una comida calentada en microondas que a otra cocinada en horno de barro: el calor podrá ser similar, el gusto y la calidad distintos. El Consejo cumple, de cualquier modo, años de regular convocatoria, con permanentes subas. Una institución valorable, con desempeños sin precedentes en la historia democrática, que acusa cierta fatiga y necesidad de mejorar o de ser sustituida (o completada) con otras instancias colegiadas.

 

La CTA reclamó, y consiguió, la promesa de próximo tratamiento del aumento del tope salarial estipulado para cobrar asignaciones familiares. La inflación achata el techo, lo desactualiza año a año. Lo que era un salario alto se transforma en mediano.

 

Las instancias de puja distributiva, incluidas las conducidas por el Ejecutivo, reconocen la inflación, tan callada como inequívocamente. Sin ese dato sería inexplicable una suba del 25 por ciento del salario mínimo, pagadera desde este mes, sin escalonamientos que reducirían su valor adquisitivo. La cifra no es un ajuste, porque supera seguramente algo la inflación corrida. Con esa misma vara, tampoco es un cabal aumento.

 

En la Casa Rosada importa controlar las variables, dar señales de autoridad respecto de la CGT, mantener un escenario controlado hasta fin de año, con gigantesca escala en las elecciones de octubre.

 

Están en carpeta la ampliación del número de trabajadores que perciben asignaciones familiares y el aumento de éstas, lo que abarca la Asignación Universal por Hijo (AUH). El salario mínimo carga sobre las empresas y rige sobre un universo difícil de cuantificar y no tan numeroso de laburantes. Las asignaciones familiares (la contributiva y la AUH) tienen otro peso: conllevan un importante esfuerzo fiscal, un impacto presupuestario sensible. Se actualizarán, más pronto que tarde. La inminencia de los comicios es un aliciente coyuntural. Pero debe recordarse, de nuevo, que en todos los años de la era kirchnerista se repite la secuencia paritarias-Consejo del Salario-aumento de las asignaciones universales. Es una sana costumbre anual, jamás practicada con esa persistencia y sesgo por los sucesivos gobiernos surgidos desde 1983.

 

Las jubilaciones subirán en septiembre, conforme al coeficiente fijado por ley, el monto ya fue anunciado por la Presidenta. Se cierra un círculo de incentivo a los ingresos de sectores medios y bajos, con alto compromiso fiscal.

 

El oficialismo mira la campaña “formal”, controla los spots y otros detalles. Cristina Kirchner desgrana una oratoria sensiblemente diferente a la de un año atrás. Pero de todas maneras, su caballito de batalla finca en los hechos y, sólo secundariamente, en su descripción. La gestión es el principal argumento del Frente para la Victoria (FpV) para repetir su notable performance en las primarias.

 

Los opositores se mueven, a trancas y barrancas, por otros andariveles, menos estimulantes.

 

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