El país

La semana y los años que vienen

CAPITAL FEDERAL, Abril 22.-(Por Mario Wainfeld) El apoyo popular y político a la expropiación. Legalidades en danza. El Ciadi y el Bernabeu. “El mundo”, un club selecto. España, no tan acompañada. Los vecinos y sus reacciones. Lo que pasó con Evo y Chávez. El largo camino que recorrerá Repsol. Guantes de box y sintonía fina.

La decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es coherente con otras tomadas desde 2003. Tuvo todos los rasgos K, hasta el de sorprender con una movida que se venía anticipando en los hechos y en las palabras. La división de aguas en la Argentina desmiente a quienes apostrofan sólo al Gobierno: son vastísimos el apoyo ciudadano y el del arco político. En el Senado y en Diputados aprobarán la medida, en general, alrededor del 80 por ciento de los legisladores. Si se hace una sencilla suma de los votos conseguidos en la reciente elección presidencial se expresarán de esa forma las fuerzas que ocuparon el podio, con más las de centroizquierda. De nuevo, más del 80 por ciento (o un cachito más porque hay unos cuantos peronistas federales que levantarán la mano) computados en base al mecanismo más certero que tiene la democracia para medir adhesiones. Aunque la derecha vernácula suponga lo contrario no es el centimil en los grandes medios, ni los minutos de peroratas en los canales de cable.

La medida es legal, establecida en el artículo 17 de la Constitución. El “Acuerdo para la promoción y protección recíproca de inversiones” firmado entre Argentina y España en 1992, aprobado por ley nacional 24.418, prevé y admite la expropiación, sujeta a interés público y previamente indemnizada. El artículo respectivo estipula que la medida no debe ser “discriminatoria”. Eso explica que los primeros funcionarios españoles que replicaron a la expropiación mencionaran esa circunstancia. Saben que la expropiación es lícita, aunque no lo reconocen de modo expreso. Buscan descalificar la jugada en base a hechos ulteriores: el pago supuestamente vil o la intervención inmediata a la empresa. De ese aspecto hablan más el gobierno español o voceros mediáticos de bandera que los dueños de Repsol. Tal vez –habrá que ver cómo se desenvuelven los acontecimientos– no les atraiga especialmente recuperar el control de la empresa en el nuevo escenario.

Su ruta futura son los tribunales nacionales y el arbitraje internacional.

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“El mundo” nunca ha sido para todo el mundo: El editorial de ayer del diario La Nación denuncia que hubo “Confiscación, no expropiación”. El Congreso, más representativo que el mitrismo, lo refutará.

El periódico español El País (que miente como cuando atribuyó el atentado de Atocha a ETA, aunque sostendrá la impostura por más tiempo) va en la misma línea. Pero se interesa en las peripecias políticas y cuestiona la ineficacia de “la encendida retórica” de la administración Rajoy, tanto como “la modestia de sus retorsiones”.

En efecto, las contramedidas son módicas tabuladas en la tarde del sábado, cuando falta mucho camino por recorrer. El apoyo del “mundo” es parcial y fragmentario. El Fondo Monetario Internacional (¡el FMI!) se abstiene con un lenguaje bastante sutil para lo que es su praxis. El G-20 excluye la controversia de su agenda. Los países hermanos y vecinos acompañan, en general. Las palabras del presidente uruguayo José Mujica “no me gusta el prepo de los poderosos” son dignas de ser enmarcadas. Y, como digresión, también amerita que en su manejo comercial internacional nuestros funcionarios contemplen mejor los intereses de tan firme y cordial aliado. Por caso, evitando o mitigando conflictos de bajo monto económico que le cuestan horrores al “Pepe” frente a la derecha oriental.

Volviendo al núcleo, el acompañamiento de Brasil es sobrio, vibrante el de Bolivia, Ecuador, Paraguay y Venezuela. Es consabido, esos países no son “el mundo”.

Los vecinos que cuestionaron (Chile, Colombia y México) tienen gobiernos de centroderecha, detalle sugestivo. El presidente Felipe Calderón está de salida, va en tren bala a un tremendo revés electoral. Al chileno Rafael Piñera le queda tiempo, por ahora rueda cuesta abajo. El único exitoso en su propio rodeo es el colombiano Juan Manuel Santos. La ligazón ideológica con el Partido Popular (PP) español no es el único motivo que los mueve. Las efectividades conducentes cuentan: Chile y México tienen empresas petroleras en estas pampas, la petrolera Pemex es socia menor (que no irrisoria) de Repsol.

Estados Unidos también guardó cautela, lo que bajoneó a La Moncloa y a los grandes medios argentinos. Es que la perspectiva de entrar a la Argentina en el espacio vacante que deja Repsol es una tentación.

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Los que se arriman y los que ya están: Sería fatuo negar que la conducta argentina encenderá luces de alerta extramuros. La prédica de la “seguridad jurídica” cunde. Aun sin ella, un gobierno firme en la defensa de sus derechos motiva resquemores de los poderes fácticos. De cualquier modo, habrá interesados en la actividad hidrocarburífera. Es hiperrentable y las ganancias tiran más que una yunta de bueyes o que los relatos apocalípticos de quienes parangonan al CEO Antonio Brufau con Teresa de Calcuta. O con Claudio María Domínguez, si uno se ciñe a personajes locales.

Los grandes jugadores que ya están en la Argentina pondrán las barbas en remojo y harán sus cuentas. Todo indica que les pueden dar bien si se encuadran en (o se cuadran ante) el nuevo marco legal soberano. Los primeros reflejos de la francesa Total y de Petrobras son indicios interesantes.

Hay incentivos para que otras empresas vengan a la Argentina. Tomarán sus recaudos baj

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